Es una tecnología que está desarrollándose, cada vez más, y ampliando sus funcionalidades. La impresión en 3D también ha llegado al campo de la sanidad, en concreto al de las prótesis ortopédicas.

Isabella es una niña inglesa, de Bristol, que nació sin el antebrazo izquierdo. A finales de agosto, recibió un paquete con una bonita sorpresa: una prótesis impresa en 3D. Obsequio de uno de los diseñadores que colaboran con E-Nable, una comunidad de voluntarios que trabajan en la creación de estos objetos que facilitan la movilidad a niños y adultos. Voluntarios que hacen mejoras en los diseños ya existentes y que son testigos de la felicidad de los receptores, como fue el caso de Stephen Davies que recorrió 300 km para que la pequeña Isabella pudiera, por fin, jugar con las dos manos.

E-Nable es una organización que, fundamentalmente, opera en países anglosajones, aunque no solo. Fueron responsables, también, de que un niño de seis años, Maxence, haya sido el primer francés en recibir una prótesis producida a partir de esta tecnología. Fácil de quitar y poner, ligera y firmada con su inicial, como si fuera de superhéroe.

Aparte del poco peso de este tipo de prótesis, otras de sus grandes potencialidades son: su flexibilidad (como para agarrar objetos) y su precio económico. Gracias a los tipos de materiales utilizados, como el termoplástico poliactido (PLS) lo suficientemente resistente y liviano, se pueden moldear dedos, nudillos, manos articuladas o brazos, dotándolos de mayor capacidad de acción. Una prótesis manual puede rondar los 300 euros, dependiendo del tamaño, aunque gracias a organizaciones como E-Nable o Robohand pueden no tener coste para el beneficiario.

Ésta segunda, Robohand, fue creada en 2013 por el sudafricano Richard Van As que no se conformó ni con los aparatos de ortopedia existentes en el mercado (caros y pesados), ni con una mano derecha sin dedos, después de un accidente en su taller de carpintería. Junto con el especialista en mecánica Ivan Owen, crearon esta organización que promueve ayudar y compartir sus diseños en código abierto para que cualquiera pueda desarrollarlos, mejorarlos e imprimir nuevos artículos de ortopedia.

El mexicano Estudio Huella Caro ofreció a la pequeña Andrea, que nació con una enfermedad congénita, una mano derecha articulada. El estudio, especializado en diseño e innovación sostenible, imprimió su prótesis en plástico resistente, toda entera, en lo que supone ya una evolución desde las primeras creaciones de Robohand, que incluían pequeñas piezas de aluminio.

Pero no solo los diseñadores con años de experiencia imprimen materiales ortopédicos en 3D, como demostró la joven norteamericana Georgia Donaldson. La estudiante de secundaria del Whitefish High School creó un prototipo de mano para un joven, en un complicado proceso de ajuste a sus medidas. Lo hizo gracias a su pasión por la tecnología, las ganas de que ésta mejore la vida de las personas y al código abierto que pudo descargarse desde la plataforma de Robohand.

Si este campo tecnológico sigue avanzando, es posible que, en un futuro, veamos prótesis para piernas impresas digitalmente. Quizás ayuden a caminar a los individuos que perdieron la movibilidad.